“Hay hombres que
luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son
mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay
los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.”
Bertolt Brecht es
sin duda uno de los grandes escritores literario-dramáticos de este
siglo, pero también un extraordinario poeta, un narrador preciso y
paradójico, un ensayista perspicaz sobre cuestiones que afectan a
los seres humanos en sus relaciones sociales mas diversas, el sentido
de la producción cultural, el devenir de la historia o el
significado de la justicia o la ciencia. Nació al teatro cuando el
cine alcanzaba su mayoría de edad expresiva, cuando las formas del
capitalismo entraban en crisis y arrastraban a Europa y Estados
Unidos hacia tormentosos avatares, cuando amplios sectores de la
sociedad pugnaban por su emancipación económica y cultural, cuando
el campo de la práctica artística con perfiles dispares. Todas
estas circunstancias emergen en sus obras iniciales y se enriquecen
después con nuevas indagaciones sobre la guerra, la alienación, la
función social del saber, etc.
Vida y Obra
Nació Eugen Bertolt
Brecht en Asburgo, el 10 de febrero de 1898. En su familia se
proyectaba la sombra de un abuelo, pastor evangelista, no en vano
dirá más tarde que uno de los libros cuya lectura más ha
impresionado es La Biblia, y ese fue el titulo de su primera obra
fechada en 1914. Su actividad creadora se inició en la senda del
expresionismo progresista, pertenecía a una generación de jóvenes
que vio arrasado el sistema de valores que le habían inculcado, por
una guerra devastadora.
Sus primeras obras
como Baal (1918),
Tambores en la noche (1918-1920),
En la jungla de las ciudades (1921-1924),
La Boda (1923), entre otras..., se
inscriben con matices diferentes en dicha concepción estética y
estilística. Por las tres primeras recibe, en 1922, el premio
literario Kleist.
Hacia 1925 inicia
sus formulaciones de un teatro épico. Lo concibe como opuesto a todo
psicologismo en la interpretación, radicalmente anti naturalista, y
propone la lucidez del espectador rechazando la empática disolución
de su conciencia objetiva y critica en el espectáculo que contempla
“el público nunca debe perder la
convicción de que esta en el teatro”
escribirá años después en forma explícita. La eclosión de las
vanguardias se le viene encima y entra en contacto con el dadaísmo
revolucionario a través de los manifiestos de Grosz y los hermanos
Heartfield; también con el constructivismo que emana de la Unión
Soviética y de la Bauhaus. Sus obras adquieren un carácter
discontinuo en el relato, una progresión a saltos en su temporalidad
y especialidad, un radical anti-psicologismo, un lenguaje donde se
conjuga la paradoja humorística y un escueto lirismo, una
interpolación de canciones que interrumpen con frecuencia la acción
y comentan o contradicen los hechos que se muestran.
El 28 de febrero de
1933, Brecht junto a su mujer Helene Weigel y sus dos hijos abandona
Alemania se inicia así un largo exilio que lo llevara Suiza, París,
Dinamarca, Suecia, Finlandia y finalmente, cruzando el territorio de
la Unión Soviética y después el Pacífico, acabara recalando en
Estados Unidos. Las dificultades materiales fueron numerosas. En su
singladura europea contó con la solidaridad de amigos literarios de
nítida militancia antifascista. En América trabajó para el cine en
algunos guiones y solo vio representada “Terror
y miseria del tercer Reich” (1945) y
“Galileo”
(1947) fueron años difíciles sin duda, no obstante, fue la etapa
más fructífera de su vida como escritor.
Las obras que constituyen
su repertorio de obras más conocidas se escribieron en estos años.
La primera versión de “Vida de
Galileo” data de 1938 y la segunda,
de 1947; le siguen después “Madre
coraje y sus hijos” (1939), “La
buena persona de Se-Chuan”
(1938-1941), “El señor Púntila y su
criado Matti” (1940), “El
círculo de tiza caucasiano”
(1944-1945); Sin abandonar sus concepciones del teatro épico,
recupero lo típico e individual de los personajes. Los insertó en
crónicas y parábolas; es decir, en obras que narraban con
estructuras discontinuas el derrotero de los personajes en un ámbito
social, concreto y especifico, como es el caso de “Madre
coraje”, o construcciones ficcionales
de clara connotación histórica y social, como “La
buena persona de Se-Chuan” o “El
círculo de tiza caucasiano”, que
relatan unos acontecimientos a los que el espectador debe darles su
sentido contemporáneo, estableciendo analogías a partir de la
realidad que le circunda. Todas las crónicas, sin embargo, tienen
una dimensión de parábolas y estas, a su vez, se exponen como
crónicas.
Hay furias que solo
pueden provenir del miedo, sea este fruto de la ignorancia o de un
conocimiento que descubre intereses contradictorios. ¿Por qué causa
tanto miedo Brecht? Pocos han sido los escritores o creadores
escénicos sobre los que se han vertido tantos lugares comunes,
banalidades, afirmaciones falsas y gratuitas envueltas en solemnes
arpegios magistrales. Pocos han sufrido tantas deformaciones e
infamias de todo tipo según conviniera.
La raíz de todo
ello reposa, quizás, en el hecho de que Brecht fuera raramente
neutral, aunque su astucia le condujo no pocas veces por dédalos
sinuosos para hallar salidas convenientes. Se apropió de la
dialéctica materialista para convertirla en herramienta articuladora
de su trabajo creativo, se situó en las filas de quiénes combatían
por la emancipación y se implico en la construcción socialista sin
perder su capacidad crítica y la agudeza de su análisis. Lo demás
es casi siempre anécdota, banal, fragmentaria o hiperbólica, las
hay para todos los gustos. Quienes por unas u otras causas no
soportan que eso hiciera, le acosan y le condenan como si de una
cuestión moral se tratara. Por eso, sobre los usos mas privados se
intentan construir, en su caso –y en otros-, categorías. La
literatura dramática Brechtiana, como la de los otros escritores,
vivió las esperanzas y contradicciones de un tiempo que vio triunfar
revoluciones, que asimiló el desarrollo del cine y hubo de
replantearse el territorio nuevo y explícito del teatro, que acabó
con los criterios de escenificación heredados de la tradición del
psicologismo realista.
La vitalidad de su obra y su método radica
posiblemente en la claridad y contenido de sus fines
político-culturales. En unas cortas líneas que tituló “Objetivos
para el teatro”, escribía: “El
teatro de estas décadas debe entretener, instruir y entusiasmar a
las masas. Debe ofrecer obras de arte que muestren la realidad, de
modo que permita construir el socialismo debe estar, al servicio de
la verdad, el humanitarismo y la belleza”, ¿Quién
puede afirmar que no siguen vigentes dichas propuestas?.
Extraído de
CLIJ, año 11, numero 107, julio/agosto 1998.