miércoles, 24 de octubre de 2012

BERTOLT BRECHT



Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.”




     Bertolt Brecht es sin duda uno de los grandes escritores literario-dramáticos de este siglo, pero también un extraordinario poeta, un narrador preciso y paradójico, un ensayista perspicaz sobre cuestiones que afectan a los seres humanos en sus relaciones sociales mas diversas, el sentido de la producción cultural, el devenir de la historia o el significado de la justicia o la ciencia. Nació al teatro cuando el cine alcanzaba su mayoría de edad expresiva, cuando las formas del capitalismo entraban en crisis y arrastraban a Europa y Estados Unidos hacia tormentosos avatares, cuando amplios sectores de la sociedad pugnaban por su emancipación económica y cultural, cuando el campo de la práctica artística con perfiles dispares. Todas estas circunstancias emergen en sus obras iniciales y se enriquecen después con nuevas indagaciones sobre la guerra, la alienación, la función social del saber, etc.


      Vida y Obra

     Nació Eugen Bertolt Brecht en Asburgo, el 10 de febrero de 1898. En su familia se proyectaba la sombra de un abuelo, pastor evangelista, no en vano dirá más tarde que uno de los libros cuya lectura más ha impresionado es La Biblia, y ese fue el titulo de su primera obra fechada en 1914. Su actividad creadora se inició en la senda del expresionismo progresista, pertenecía a una generación de jóvenes que vio arrasado el sistema de valores que le habían inculcado, por una guerra devastadora.

     Sus primeras obras como Baal (1918), Tambores en la noche (1918-1920), En la jungla de las ciudades (1921-1924), La Boda (1923), entre otras..., se inscriben con matices diferentes en dicha concepción estética y estilística. Por las tres primeras recibe, en 1922, el premio literario Kleist.
    Hacia 1925 inicia sus formulaciones de un teatro épico. Lo concibe como opuesto a todo psicologismo en la interpretación, radicalmente anti naturalista, y propone la lucidez del espectador rechazando la empática disolución de su conciencia objetiva y critica en el espectáculo que contempla “el público nunca debe perder la convicción de que esta en el teatro” escribirá años después en forma explícita. La eclosión de las vanguardias se le viene encima y entra en contacto con el dadaísmo revolucionario a través de los manifiestos de Grosz y los hermanos Heartfield; también con el constructivismo que emana de la Unión Soviética y de la Bauhaus. Sus obras adquieren un carácter discontinuo en el relato, una progresión a saltos en su temporalidad y especialidad, un radical anti-psicologismo, un lenguaje donde se conjuga la paradoja humorística y un escueto lirismo, una interpolación de canciones que interrumpen con frecuencia la acción y comentan o contradicen los hechos que se muestran.
    
     El 28 de febrero de 1933, Brecht junto a su mujer Helene Weigel y sus dos hijos abandona Alemania se inicia así un largo exilio que lo llevara Suiza, París, Dinamarca, Suecia, Finlandia y finalmente, cruzando el territorio de la Unión Soviética y después el Pacífico, acabara recalando en Estados Unidos. Las dificultades materiales fueron numerosas. En su singladura europea contó con la solidaridad de amigos literarios de nítida militancia antifascista. En América trabajó para el cine en algunos guiones y solo vio representada “Terror y miseria del tercer Reich” (1945) y “Galileo” (1947) fueron años difíciles sin duda, no obstante, fue la etapa más fructífera de su vida como escritor. 

     Las obras que constituyen su repertorio de obras más conocidas se escribieron en estos años. La primera versión de “Vida de Galileo” data de 1938 y la segunda, de 1947; le siguen después “Madre coraje y sus hijos” (1939), “La buena persona de Se-Chuan” (1938-1941), “El señor Púntila y su criado Matti” (1940), “El círculo de tiza caucasiano” (1944-1945); Sin abandonar sus concepciones del teatro épico, recupero lo típico e individual de los personajes. Los insertó en crónicas y parábolas; es decir, en obras que narraban con estructuras discontinuas el derrotero de los personajes en un ámbito social, concreto y especifico, como es el caso de “Madre coraje”, o construcciones ficcionales de clara connotación histórica y social, como “La buena persona de Se-Chuan” o “El círculo de tiza caucasiano”, que relatan unos acontecimientos a los que el espectador debe darles su sentido contemporáneo, estableciendo analogías a partir de la realidad que le circunda. Todas las crónicas, sin embargo, tienen una dimensión de parábolas y estas, a su vez, se exponen como crónicas. 
 
     La vigencia de su legado

     Hay furias que solo pueden provenir del miedo, sea este fruto de la ignorancia o de un conocimiento que descubre intereses contradictorios. ¿Por qué causa tanto miedo Brecht? Pocos han sido los escritores o creadores escénicos sobre los que se han vertido tantos lugares comunes, banalidades, afirmaciones falsas y gratuitas envueltas en solemnes arpegios magistrales. Pocos han sufrido tantas deformaciones e infamias de todo tipo según conviniera. 
 
     La raíz de todo ello reposa, quizás, en el hecho de que Brecht fuera raramente neutral, aunque su astucia le condujo no pocas veces por dédalos sinuosos para hallar salidas convenientes. Se apropió de la dialéctica materialista para convertirla en herramienta articuladora de su trabajo creativo, se situó en las filas de quiénes combatían por la emancipación y se implico en la construcción socialista sin perder su capacidad crítica y la agudeza de su análisis. Lo demás es casi siempre anécdota, banal, fragmentaria o hiperbólica, las hay para todos los gustos. Quienes por unas u otras causas no soportan que eso hiciera, le acosan y le condenan como si de una cuestión moral se tratara. Por eso, sobre los usos mas privados se intentan construir, en su caso –y en otros-, categorías. La literatura dramática Brechtiana, como la de los otros escritores, vivió las esperanzas y contradicciones de un tiempo que vio triunfar revoluciones, que asimiló el desarrollo del cine y hubo de replantearse el territorio nuevo y explícito del teatro, que acabó con los criterios de escenificación heredados de la tradición del psicologismo realista.         
    
     La vitalidad de su obra y su método radica posiblemente en la claridad y contenido de sus fines político-culturales. En unas cortas líneas que tituló “Objetivos para el teatro”, escribía: “El teatro de estas décadas debe entretener, instruir y entusiasmar a las masas. Debe ofrecer obras de arte que muestren la realidad, de modo que permita construir el socialismo debe estar, al servicio de la verdad, el humanitarismo y la belleza”, ¿Quién puede afirmar que no siguen vigentes dichas propuestas?.

Extraído de CLIJ, año 11, numero 107, julio/agosto 1998.

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